Destellos en Koi City
Serge Parker observaba
los disturbios desde su apartamento. Habían transcurrido ya cerca de setenta y
dos horas desde la declaración del estado de emergencia. Serge apenas había
podido conciliar el sueño durante ese tiempo. Tan sólo había logrado arañar
algún sueño inquieto. Se abrochó el uniforme, comprobó que la Jaguar estaba
cargada y se dejó engullir por el coctel de luces de las calles de Koi City.
La gigantesca
nave se había detenido sobre el distrito comercial, cubriéndolo de una
oscuridad aún más intensa. Su fondo negro estaba salpicado de pequeñas luces
dispersas. Algunas formaban hileras, y en otras zonas creaban círculos. Unas
permanecían estáticas mientras que otras parpadeaban o se encencían
secuencialmente.
Serge se internó
en el barrio comercial, iluminado tan sólo por los letreros de neón de los
establecimientos y los faros de las aeromotos. Un camión del ejército de Nuevo
Occidente pasó flotando a gran velocidad a su lado, con un zumbido grave. Dos
hombres peleaban por un saco de cereal hidrogenado. Finalmente, uno de ellos
tiró con fuerza y se fue corriendo sobre los cristales de la puerta destrozada
de la tienda. Dentro, el dependiente descansaba sobre el mostrador sobre un
charco de sangre.
En su puesto de
comida rápida, un hombre asiático con la camiseta de tirantes pegada al cuerpo
por el sudor, miraba una televisión (un modelo antiguo, enchufado a una maraña
de cables) en la que el presidente Simmons se dirigía muy serio a la cámara,
enfundado en un sobrio traje azul oscuro.
—Esto es lo que
sucede cuando siempre que protestan se les da lo que quieren –decía—. Nunca van
a quedar satisfechos. Y ahora Nuevo Occidente se ve en esta inquietante
encrucijada –miró a la cámara en silencio unos instantes—. Prepárense para la
guerra.
Se escucharon
algunos gritos de las personas que estaban cerca del televisor. Un puesto fue
derribado y litros de arroz aguado corrieron por la calle. Serge acarició la
base de su Jaguar y sintió el calor reconfortante de la batería cargada.
Dos docenas de
naves que parecían proceder de todos los rincones de Koi City atravesaron la penumbra.
Serge se
entretuvo unos instantes observando cómo las luces de las naves se difuminaban
cuando entrecerraba los ojos. Cuando era un niño e iba de pasajero en el
aerocoche de su padre, siempre hacía eso. No tenía ni idea de por qué lo estaba
haciendo ahora, pero de algún modo le ayudó a mantener la calma y a pensar con
mayor claridad.
Llegó a la
entrada del Pendant Gun. No se escuchaba desde el interior la habitual música
a todo volumen. Su mirada se paseó ansiosa por los rincones en penumbra que la
puerta entreabierta le permitía vislumbrar. Entró. Había vasos y botellas rotas
por todas partes, mesas volcadas, prendas de ropa olvidadas. Y allí en un
rincón estaba Clara. Parapetada tras una mesa lo apuntaba con una T-Zapper de
mercadillo.
—Clara.
—Vete.
—Esto va a
empezar ya.
—No me importa,
fuera. Estoy a punto de disparar.
Serge se acercó. Las manos de ella temblaban. Cuando él se las agarró con delicadeza, las notó heladas. La ayudó a levantarse. Y cuando sus labios se juntaron despacio, el estallido del primer disparo de las naves retumbó en la oscura noche de Koi City, que parecía infinita.
Esta es una historia basada en el universo de "Héroes de Nuevo Occidente". Puedes encontrar el primer libro de la saga aquí.
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