Prólogo - Expedición Andrómeda (INÉDITO)
Cien millones de años antes del nacimiento del primer
hombre, en la órbita del planeta Erebus, como había previsto el general Übar,
la flota de los luminarians se encontró con dos decenas de escuadras termens. Estos
contaban con cinco acorazados, treinta cruceros, y más de doscientas naves de
apoyo. Además contaban con varios cañones disruptores que habían rapiñado
en su última incursión en el Sistema Kentor-VI.
—Escuadras segunda y quinta a vanguardia —anunció Übar a
todas las naves—. Los demás conmigo.
Se distribuyeron en su famosa formación esférica, en menos
de cinco segundos. Desde las naves de apoyo se generaron los escudos, que
cubrieron a la flota con una esfera violácea, como si hubiera nacido en un
instante un fantasmagórico satélite en la órbita de Erebus.
Las naves de asalto de los termens se lanzaron rugientes,
mientras los acorazados y los cañones disruptores descargaban toda su furia. El
escudo de los luminarians resistió, aunque pronto comenzó a dar muestras de
debilidad ante tan fiero ataque.
—General —dijo el capitán Libus—. Los escudos no aguantarán
mucho más, necesitamos el catalizador neural ya.
Übar caminó hacia la ventana panorámica que mostraba aquel
planeta gigantesco, oscuro y frío.
—Nos rendimos.
—¿Señor? Sabe que los termens no aceptan prisioneros. Con el
catalizador podemos derrotarlos, ya lo hemos hecho muchas veces.
—¿No sabe cumplir una orden sencilla? Retiren los escudos y
anuncien la rendición.
Cuando las escuadras termens aplastaron la flota luminarian,
el general Übar fue transportado a un lugar seguro en el planeta Gyro, donde
recibió su jugosa recompensa y vivió el resto de sus días como asesor del
emperador de los gélidos.
La nave del general Übar cayó al planeta Erebus.
Dentro estaba el catalizador neural.
Este es un prólogo inédito para Expedición Andrómeda (Héroes de Nuevo Occidente, 1)
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